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miércoles, 15 de octubre de 2014

La Relatio post disceptationem, o algo así

a quién le importa (remix), alaska y dinarama
 
 
Estas cosas de obispos y cardenales, sínodos y convenciones eclesiales varias me superan por completo. Son como un mundo paralelo, el cual nunca seré capaz de comprender y, aún así, incapaz de pertenecer. Mi Fe no es la del carbonero ni la de Paco el lechero ni la de una encantadora y piadosa viejecita. La Fe sencilla la da el corazón y no la formación filosófica, ascética y teológica, pero este es otro cantar.
 
No acabo de asimilar la necesidad de estos eventos para los sacerdotes y obispos, a no ser por la "obediencitis", por el temor a dejar de salir en la foto, por una racionalística rancia y penosa a modo de camisa de fuerza. Quizás sean necesarios para liberar a la Iglesia del lastre que supone para su imagen los pastores de corazón duro.
 
Recuerdo vagamente, sería a mediados de los 90, que un sacerdote me hizo leer un documento "magisterial de grado bajo" (permitidme la vulgaridad), pero magisterial, sobre los divorciados y vueltos a casar. Hablaba básicamente de dos posturas: la de la Justicia y la de la Misericordia; la de la Ley y la de la Gracia; la de la dogmática lateralizada y la de la Caridad. Siendo la misma Verdad, verdad en las dos posturas.
 
Aquel sacerdote quería que llegara a la simpleza de la primera opción y se nos rompió la magia. O la simpleza ideológica de la primera opción, o el supuesto sentimentalismo y afectación de la segunda opción por la que se acaba claudicando ante las exigencias de la verdad y la ley. Este hombre era matemático y doctor en derecho canónico: lo peor de lo peor para un corazón pastoral.
 
Pie de foto: Puesta del Sol en Marte. No hay nada nuevo bajo el Sol.
 
No creo que se diga nada nuevo. Es más bien cuestión de una nueva narrativa y, con ella, ser menos cazurros y ceporros. O que los cazurros-ceporros lo parezcan menos.
 
La cuestión en la que ha cambiado más la narrativa es la relativa al trato y tratamiento con las personas de tendencia u orientación homosexual. El texto completo de ese apartado es el siguiente (la negrita es propia del documento):
Acoger a las personas homosexuales 50. Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?
 
51. La cuestión homosexual nos interpela a una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realísticos de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual: por lo tanto se presenta como un importante desafío educativo. La Iglesia, por otra parte, afirma que las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer. Tampoco es aceptable que se quieran ejercitar presiones sobre la actitud de los pastores o que organismos internacionales condicionen ayudas financieras a la introducción de normas inspiradas a la ideología gender.
 
52. Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas. Además, la Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños.
 
Si me permitís otra vulgaridad del tamaño de una catedral, esto es una "mariconada". Pero no sólo este texto, también el del CIC y todo lo que por el momento ha dicho la Iglesia sobre el tema.
 
 
Por una parte, la Iglesia Católica nunca atenderá, y nunca es nunca, a razones ideológicas para evolucionar teológica o dogmáticamente. Y lo referente a la homosexualidad no va a ser ninguna excepción. Algo que también supera mi capacidad cognitiva y de comprensión son las pretensiones de esa ramificación del LGBTI que se autonombran como "gays cristianos", o de esos sacerdotes que siguen en el closet para cambiar las cosas desde dentro.
 
Por otra parte, veo a la Iglesia algo timorata y remisa para decir claramente su posicionamiento ante tal realidad según su concepción antropológica y la Economía de la Salvación.
 
El movimiento gay, como el feminista, el pacifista, el ecologista, el de los trabajadores,... traen cosas positivas. Pero nadie es moneda de cinco duros para gustar a todos. Tal como ha sido la respuesta de la Iglesia a todos esos movimientos, también lo será para el activismo LGBTI.
 
Este texto tiene un avance, sí. Y hay que reconocérselo. Han pasado de escuchar a viejos eclesiásticos pochos encerrados en su "armario" de doble puerta, derrotados y desencantados, a escuchar a viejos laicos pochos con inquietudes profundamente religiosas de larga trayectoria abiertamente homosexual. Será cosa de la cuestión generacional.
 
Supongo que dentro de unos 120 ó 180 años, quizás puedan haber visos de que las cosas puedan llegar a normalizarse algún día.
 

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